“Por cualquier lugar que se llegue, la llegada a Gubbio es siempre hermosa. No existen calles que no sean bellas entre las que conducen a Gubbio; y, por donde se llegue, la primera impresión que da la ciudad es siempre un espectáculo seductor”

Averardo Montesperelli, Viaggio in Umbria

Muchos conocen la ciudad de Gubbio por la fascinante historia de San Francisco y el lobo de Gubbio. Por su posición aislada en los Apeninos, la ciudad ha permanecido casi prácticamente intacta, testimonio precioso de la estructura urbana tardo-medieval.

Se ofrece a la vista del observador el palacio de los Cónsules, un rascacielos medieval, entre los edificios más significativos de la arquitectura de la Edad Media.
Desde el lejano 1160, año de la muerte del patrón San Ubaldo, cada 15 de mayo, la plaza Grande de Gubbio, donde surge el palacio de los Cónsules, se convierte en el magnífico escenario de la locura colectiva de la carrera de las Velas.

La visita se realiza a pie, explorando las callejuelas empinadas; sin embargo, la ciudad se muestra acogedora con los visitantes, con los dos ascensores que suben a la Plaza Grande, justo delante del palacio de los Cónsules y hasta la Catedral.

Continuando por el Alto Valle del Tíber, poco antes de tocar las tierras de Toscana, se llega a la alegre Città di Castello.

Debido a su posición geográfica, Città di Castello tiene una historia y una cultura comunes con la vecina región de Toscana, tanto que ha sido definida “un rincón de Toscana en Umbría”. Por esta razón, sus monumentos principales, la hermosa catedral de los Santos Florido y Amancio, los edificios públicos, las residencias históricas de las familias nobles del siglo XVI, como el palacio Vitelli alla Cannoniera, sede de la Pinacoteca pública, la convierten en una de las metas más interesantes del Renacimiento italiano.

La ciudad y su territorio han servido como escenario de fondo a grandes maestros del arte mundial, como el gran Rafael y el maestro contemporáneo Alberto Burri, quien organizó personalmente sus obras entre el palacio Albizzini y el edificio donde se secaba anteriormente el tabaco, hoy abiertos al público.